Existe un tema que va fortaleciendo su presencia en las charlas de café, en las redes sociales y en el ámbito empresarial: el capitalismo consciente. El concepto debe buena parte de su creciente popularidad entre propios y extraños al libro homónimo escrito por John Mackey y Raj Sisodia. En la portada de la última edición (la cuarta en español) de esta obra de 416 páginas aparece un subtítulo intrigante: “Libera el espíritu heroico de los negocios”. Pero ¿puede existir una relación sana entre el heroísmo y la ganancia financiera? ¿No será el capitalismo consciente otro timo de los intereses económicos más voraces disfrazado de hermana de la caridad?
Basta con indagar un poco —y con leer con atención el libro entero, por supuesto— para descubrir que este término tiene pies y cabeza, así como fundamentos sólidos. La propuesta medular del capitalismo consciente puede resumirse así: el inversionista debe olvidarse de ser el único favorecido con la ganancia de un negocio o proyecto productivo, con el fin de propiciar el mayor beneficio posible para todos los que participen en él. Esta idea se funda en cuatro pilares, conectados estrechamente entre sí:
- Propósito más elevado: aspirar a los fines más nobles de los seres humanos, y no sólo a maximizar las ganancias.
- Integración de los grupos de interés: aplicar estrategias encaminadas a beneficiar a todos los involucrados en el negocio, para que la labor empresarial impacte positivamente en el entorno.
- Liderazgo consciente: formar líderes que sean personas preocupadas por las personas, capaces de inspirar, innovar y gestionar beneficios colectivos, más allá de la búsqueda exclusiva del poder y el dinero.
- Cultura y gestión conscientes: desarrollar e inculcar valores humanos necesarios para que los seres humanos aspiren también a ese propósito superior: confianza, responsabilidad, transparencia, integridad, aprendizaje e igualitarismo.
Una empresa que desee aplicar a plenitud estos postulados, entonces, debe procurar que todos los stakeholders se sumen a las ganancias monetarias, en lugar de ser ella la acaparadora única. Por supuesto, no renunciará a buscar los mayores réditos posibles, pues de esto se trata emprender un proyecto productivo, sino que diseñará mecanismos para repartir los beneficios, aunque eso signifique sacrificar algunos puntos porcentuales de ganancia.
Esta tendencia, que rema cada vez más fuerte en los mares financieros, le toma el pulso a las necesidades del mundo y busca contribuir de alguna manera a satisfacerlas. No es la intención de capitalismo consciente abanderar causas tan nobles y ambiciosas como paliar el hambre de los 800 millones de humanos que la padecen en todo el mundo; o bien, elevar de un plumazo el nivel educativo o sanitario de los países más pobres. Se trata de ayudar, a pequeña o mediana escala, a todas aquellas personas que se relacionen directa o indirectamente con el proyecto financiero. El reto que se plantea en el ámbito del desarrollo inmobiliario es, por un lado, beneficiar al entorno; y, por el otro, edificar proyectos que contribuyan a cambiar el paradigma del capitalismo arrasador del medio ambiente, ese que va por todas las canicas, a costa tanto del equilibrio ecológico como de la armonía social y urbana.
Así, las empresas que le apuestan al capitalismo consciente no le dan la espalda a la precariedad laboral, la violencia, las deficiencias de salubridad, las carencias socioafectivas de los ciudadanos, las desigualdades de género, los problemas ambientales y el sinfín de desafíos de todo tipo; al contrario, los líderes conscientes promueven proyectos en los que, además de dinero, se invierta creatividad, entusiasmo, honestidad, justicia social, empatía.
Una desarrolladora inmobiliaria que intenta practicar un capitalismo consciente trabaja día tras día por un propósito que trasciende a —pero no prescinde nunca de— la ganancia financiera. He aquí el heroísmo, a contracorriente de la creencia que aún predomina en las finanzas: el capital no habrá de ser ni la única luz en el camino ni la meta del recorrido. Con este principio como bandera y tarea cotidiana, el capitalismo consciente se convertirá en una fructífera práctica empresarial, de otro modo no pasará de ser un gancho barato de marketing, truco que por cierto se ha vuelto moneda común dentro del desarrollo inmobiliario.
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